sábado, 11 de agosto de 2012

Bullying



Bullying sinónimo de violencia. En esta ocasión quiero poner toda mi atención a un fenómeno social que vulnera la institucionalidad de nuestros establecimientos educativos en los niveles primarios y secundarios pertenecientes a cualquier Distrito Escolar de esta provincia rioplatense. Se trata de los sorprendentes escenarios de violencia que se vienen produciendo con una significativa frecuencia en nuestras escuelas cuyo gerenciamiento está en cabeza del Estado y tomo como ejemplo hechos que, a partir del mes de junio del año 2011 se han ido sucediendo. Un director, un docente y dos alumnos de un colegio de la Ciudad de La Plata, “fueron hospitalizados por pegarse en el patio de una escuela”, en los meses de agosto y septiembre del mismo año, hubo casos como los de “un profesor atacado por el padre de una alumna que habría sido aplazada”, el incidente que se produjo en una escuela secundaria de Pergamino en el que su director, Ricardo Fusco, fue agredido salvajemente en su despacho “por la madre de un alumno a quien se le había informado que su hijo tenía problemas de disciplina”. Pocos días después, la directora de una escuela del Partido de 3 Arroyos “fue tomada del cuello y golpeada por la madre de dos alumnos”.

Además del reciente caso de una directora de escuela primaria de la localidad de San Francisco Solano, que fue agredida con “patadas y puñetazos por parte de la madre de un ex alumno de 9 años de edad”. Véase que la UNESCO, registra a la República Argentina como un Estado por el que se han dado más casos de violencia en las aulas que sus pares en la región. Cuando comprendo cabalmente el concepto “bullying” como una novedosa forma de acosar, dominar, intimidar, hostigar y agredir, por cuenta de una persona o de un grupo de personas, también adhiero a muchos autores especialistas en el tema que, estas secuencias de maltrato pueden gestarse a partir de los claustros, pueden manifestarse en los claustros, pueden ser propias de los claustros o sencillamente, pueden circundar entre claustros. Hago saber a todos los lectores que dentro de un ánimo persistente, encuentro suficientes motivos que me hacen diferenciar lo irracional y manifiesto en estas nuevas modalidades dadas por el matonaje escolar y lo violento de su esencia, opera como la justificación de su ferocidad en un solo tono de argumentación funesta y cruel.

Esta saña que dice ¡presente! progresivamente en torno a las aulas bonaerenses y que mortifica nuestro sistema escolar afectando el normal desempeño de estas fábricas sociales forjadoras de individuos iguales como lo son las escuelas provinciales de gestión estatal… pone en jaque a la comunidad educativa, subyugando su función de enseñar y el eficaz aprendizaje que le debemos al educando. Estas situaciones me hacen ver la distancia que hay desde la agresión entre semejantes dotados de razón, hasta el vínculo gregario del hombre moderno, fraterno y superado, dueño de un universo que se le brinda nuevo, amplio de propuestas imaginadas para un mundo auténtico y posible. Una visión por el hombre, llena esperanzas y anhelos.

Aún si éste horizonte manifiesto terminase siendo el resultado de una mezcla entre conceptos coherentes e instintos apaciguados… parte de un mismo punto… surge del alma humana y eso los hace confiables y certeros. Deben saber que yo, como muchos de ustedes, he sido formado desde pequeño en establecimientos de enseñanza pública en manos del Estado. Cuando tenía menos de seis años -como también les habrá pasado a ustedes- asistí a un jardín de infantes gratuito, luego me inicié en la escuela primaria hasta el séptimo grado, más tarde el ciclo medio en un colegio estatal con orientación artística, finalmente, la terciaria de grado a través de una Universidad Nacional.

En todos estos ámbitos públicos de gestión estatal y lo largo de todos esos años, sigo percibiendo cuando atravieso el umbral de algunas de esas instituciones educativas, el roce tibio cerca de mi espalda y sobre mis hombros del sonido orientador que el pasado me ha dado, cuando era un estudiante en mi niñez y durante toda mi adolescencia. Sonidos que provenían como ecos trascendentales y sigilosos de las gradas, de los clariones, de los recreos, de las evaluaciones y de tantas otras cosas que me hacen recordar y amar a nuestra querida escuela pública. Yo creo que cualquier episodio de violencia dentro de estos ámbitos, pone en riesgo la tarea histórica que ha emprendido nuestra Nación en su finalidad de educar. Hechos indeseados que van quedado impresos en mi discernimiento.

Los mismos hechos que van a ser de utilidad al momento de descubrir el antídoto específico y mejor indicado para erradicar este flagelo de todas las aulas, de las que puedan ser de gestión municipales como de aquellas que hoy se constituyen en el interior provincial, las de su zona norte inclusive, las que se encuentran dentro de los tres cordones urbanos de Buenos Aires, para que de ese modo se pueda volver las aguas a su curso, porque una buena escuela es una buena madre, es una buena hija, es una buena hermana… una buena amiga. Entonces: “Vamos a darle a la vocación de enseñar… todo su derecho. Porque la concepción para el aprendizaje sólo podrá erigirse sobre sus propios valores y ese será su mayor privilegio”.

Publicado el Jueves, 09 Agosto 2012 11:44 Autor Italo Selser.

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